jueves, 17 de septiembre de 2015

¿POR QUÉ PARA ACABAR CON EL DESEMPLEO HAY QUE SUBIR LOS SALARIOS?


En la actualidad, mucho se habla y se critica, por no decir también que se teme, a la reforma laboral. Es cierto que suele considerarse que una tendencia hacia la liberalización puede terminar minando los derechos de los trabajadores. Recordemos por ejemplo que los derechos contemplados en la OIT (Organización Internacional de Trabajadores) no son vinculantes a nivel jurídico, como sí lo son todos los acuerdos firmados en el seno de la OMC (Organización Mundial de Comercio). Así pues, existe un sentimiento generalizado de que si bien se vela por los intereses materiales del desarme arancelario y del libre intercambio, este amparo es menor a nivel humano, cuando hablamos de la protección de las personas.  Este preámbulo es simplemente un inciso para tratar de comprender la animadversión que genera la reforma laboral siempre que se habla de ella. No obstante en estas líneas trataré de explicar las bondades de un buen mercado de trabajo flexibilizado.


Lo primero que hay que tener en cuenta es que las fluctuaciones del PIB repercutirán en el empleo. En tiempos de bonanza serán un motor para absorber demanda de trabajo e incluso inmigración, mientras que en época de crisis como la que llevamos padeciendo la tasa de creación de empleo será menor. A grandes rasgos hemos definido lo que en literatura económica se conoce como Ley de Okun. El problema aquí es que la recesión en España ha tenido resultados alarmantes a nivel social. La destrucción de empleo ha sido constante hasta el año 2014. 


Simplificando mucho, pero para explicarlo en términos más gráficos, puede decirse que ante cambios coyunturales del PIB los mercados tienen dos vías de ajuste, bien vía precios, bien vía cantidades. Si en España existe rigidez salarial (precios) la única vía de ajuste que le queda al mercado es la del despido (cantidad de trabajadores). Este es uno de los grandes lastres de la economía española, su talón de Aquiles me atrevería a decir. Los problemas que subyacen a la rigidez salarial son  entre otros un sistema de negociación  a nivel sectorial (de acuerdo  con los economistas Calmfors y Driffill este es el nivel más ineficiente  frente a otros sistemas  como el de empresa en UK, o el estatal en Alemania), la segmentación y dualidad del mercado de trabajo (también conocido como modelo de insiders y outsiders


Todas las reformas del actual gobierno han ido dirigidas a paliar estas carencias.  El resultado  obtenido ha sido bueno en términos de ganancia de competitividad. Lo que los economistas denominan “devaluación interna”. A falta de moneda propia, en una Unión Monetaria   la única  forma de “ser baratos frente al exterior” es o bajar los salarios o ser más productivos, la vía fácil de devaluación de la divisa ya no es una opción para los gobiernos. 


La fórmula mágica de la competitividad que ilustra esta relación es la de los Costes Laborales Unitarios (CLU) que se calculan como la relación entre la remuneración de los empleados y la productividad del trabajo. En España 2014 configura el quinto año consecutivo de reducción de los CLU sin embargo dicha reducción se frena en 2015. El proceso de devaluación interna se interrumpe debido a la atonía de la productividad y por el ascenso esperado de las remuneraciones salariales.
Sucintamente, a falta de una divisa propia, la única forma de ser competitivos es o bajando los salarios (cosa que ha venido sucediendo los últimos cinco años) o siendo más productivos (invirtiendo en I+D+i y enfocando la actividad hacia sectores de mayor valor añadido). 


Indiscutiblemente el coste social que supone una congelación salarial generalizada durante un lustro es altísimo. El poder adquisitivo de los hogares ha caído más de un 17% de media y la desigualdad social ha crecido significativamente. Pero aún con ajustes y sacrificios de la población España no ha sido capaz de retomar la senda de creación de empleo de una forma vigorosa. Las cifras de paro superiores al 20% se mantendrán hasta el año 2017 según las previsiones del FMI, y se tardará más de una década en alcanzar la tasa de desempleo de equilibrio llamada NAIRU (por sus siglas en inglés significa, tasa de desempleo no aceleradora de la inflación). 


Es en este punto donde entramos a analizar una de las controversias más curiosas de los economistas, escuela Neoclásica vs. escuela Keynesiana; de ambos análisis puede deducirse que existen dos tipos de paro. El desempleo clásico es el que se da cuando el salario de mercado es superior al de equilibrio. La rigidez salarial a la baja es lo que ocasiona que haya desempleo, los empresarios al tener que pagar salarios tan altos optan por contratar menos trabajadores (el ajuste vía precios y cantidades del que hablábamos antes), en este caso una flexibilización del mercado y una bajada generalizada del salario conduciría hacia el equilibrio y se terminaría con el problema del paro. 


Sin embargo existe un momento en el que por mucho que bajen los salarios el problema del desempleo persiste. Keynes arrojó luz sobre la problemática al aportar un punto de vista totalmente novedoso. Mientras que para los clásicos el paro es el resultado de la existencia de rigideces para Keynes el origen del desempleo podría deberse también a una insuficiencia de demanda agregada. El diagnóstico de qué tipo de desempleo es que se da en un país es crucial para el diseño de políticas económicas, ya que las soluciones implementadas habrían de ser radicalmente opuestas. 


Cuando el paro es keynesiano, la recomendación de política económica sería la de subir los salarios. De esta forma aumentaría la renta disponible de las familias, tendrían una mayor sensación de holgura y se impulsaría el consumo. Como todo en economía está concatenado, un repunte del consumo repercutiría en una mayor actividad empresarial, aumentaría la inversión, se contrataría a más personas y en conjunto todo ello redundaría en un mayor crecimiento.


Este es precisamente el debate que se plantea en el caso español. ¿Qué tipo de desempleo es que el que existe? Encontramos la postura encontrada de dos organismos. Mientras la OIT recomienda fervientemente una subida salarial en España, el FMI aboga por la vertiente dura de seguir manteniendo una moderación salarial para continuar favoreciendo la ganancia de competitividad. 


Lo cierto es que una caída sine die de los salarios no es viable y es incluso desmoralizante para un país. Una de las propuestas que sí tendría sentido sería la de comenzar con una subida salarial gradual, este sería incluso un buen aliciente para impulsar el consumo doméstico. Para no perjudicar la ganancia de competitividad ganada con estos años de devaluación interna la solución pasaría por ser más productivos. Recordemos que los CLU pueden reducirse bien vía salarios, bien vía productividad. 


El sector público por ejemplo ha llevado una política similar con la retribución de los funcionarios. Primero optó por una congelación de los salarios al comienzo de la crisis, y ahora ha decidido reembolsar progresivamente las pagas extra adeudadas. No obstante las reformas no se ciñen únicamente al terreno pecuniario, la CORA (comisión para la reforma de las administraciones públicas) tiene como objetivo la racionalización de la gestión de los recursos de las AAPP en aras de la ganancia de eficiencia. En resumen la Administración ha optado por ganar competitividad no sólo a partir de la austeridad y la moderación salarial sino también con una mejor gestión que repercute directamente en una ganancia significativa de competitividad. 


En resumen, una subida salarial no sería una mala idea para abordar la problemática del desempleo, siempre que se combine con políticas de oferta orientadas a la productividad. Por una vez los ciudadanos tendrían la impresión de que no sólo es cuestión de apretarse el cinturón sino que los esfuerzos realizados también dan sus frutos.